En Marianao hace tiempo que lo observamos: hay persones adultas que se acercan a nuestras actividades no tanto por el contenido específico, sino por la necesidad de vincularse. Quieren encontrarse, aprender, salir de casa, sentirse útiles, formar parte de algo más grande. Quieren participar.

Y no solo lo quieren. Lo hacen.

De manera espontánea y orgánica, han ido surgiendo iniciativas comunitarias autogestionadas, impulsadas por personas adultas —sobre todo mayores de 50 años— que se han conocido en el seno de nuestros proyectos y han decidido dar un paso más. La coral de Marianao, el grupo que repara ordenadores y pequeños electrodomésticos para darles una segunda vida, o los encuentros de costura para reutilizar ropa en desuso son algunos ejemplos. Son espacios que combaten la soledad no deseada, fomenten un envejecimiento activo y generan redes de solidaridad y aprendizaje compartido.

Ahora queremos dar un paso adelante.

Estamos trabajando para ordenar y dar continuidad a estas iniciativas y abrirlas a más personas. Próximamente, estos grupos convivirán en un espacio emblemático: las Casas Comunitarias de la Fundación Marianao, dos casas modernistas con un gran patio compartido que se convierten en un verdadero oasis del barrio. En el corazón de Marianao, estos espacios acogerán una nueva programación de actividades abiertas para personas adultas, con la mirada puesta en la participación, la autogestión y la construcción colectiva.

Esta línea de acción tendrá nombre propio: El Sarau. Un espacio para encontrarnos, hacer red y apoyarnos.

Como siempre basura a Marianao, detectamos aquello que está floreciendo y lo abonamos para que crezca. Esta nueva línea de acción no es fruto de la improvisación, sino del contacto directo con el territorio y la capacidad de leer las necesidades emergentes. Sabemos que esta será una apuesta fuerte por los próximos años: las persones adultas, el envejecimiento activo, la salud mental, las redes de apoyo, la lucha contra la soledad no deseada, el desarrollo comunitario… Son cuestiones que atraviesan nuestro día a día y que queremos consolidar.

Ya lo hicimos hace 20 años con el Vente Pa’ká, apostando por el liderazgo juvenil cuando todavía no era una prioridad para nadie. Ahora lo volvemos a hacer: abrimos una nueva etapa para poner en valor la participación adulta y hacerla crecer, convencidas que tendrá un impacto profundo en la vida de muchas personas.

Porque construir comunidad es esto: estar cerca, detectar el que nace y hacerlo crecer. Y porque las ganas de participar no tienen edad, ni límite.